viernes, 29 de marzo de 2024 02:36h.

UN RELATO PSICOLÒGICO

SOLEDAD

Old vintage photo. Old metal mug stands on a wooden window sill
Old vintage photo. Old metal mug stands on a wooden window sill

Sentía el olor de su voz, se sentía frio como el invierno, apreciaba el calor de su piel y como el sol la tocaba, Sentía envidia por él, ¡maldita sea!, Como tan cerca no podía llegar a ella. Sentía su mano pero no su calor, Deseo tenerla aquí, ahora, ¡ya! Abrazarla hasta apreciar lo azul en sus brazos. Le temía a su voz, por sus deseos de gritarle a cada ser todo lo que amaba cada pedazo de él, le temía a sus ganas de volar ya que si lo conseguía me perdería con el polvo generado, le temía a ver su sonrisa porque en ella no se reflejaban mis malos chistes. ¡Aah! La odiaba por querer huir de mi caricia torpe. Yo siendo un tipo que no daba nada… mataría por su mirada.

Aquí sentado en el quicio de la puerta al infierno, miraba al techo y sus luces, brillaban mucho, me llamaban como las olas del mar enfermo, con una voz de ultratumba y una tos profunda, sentía como arrancaba los latidos de mi oído y me llenaba la cabeza, recuerdo que me causaban ganas de vomitar y un ameno sabor agrio, me cuestionaba por mis bienaventuranzas. Le daba gracias a cada persona por su forma de hacerme crecer, como podría decir Nietzsche en una de sus locuras debe de existir personas estúpidas, con falta de coherencia, intelecto, para que un hombre mayor los gobierne, Me causaba un extraño placer tocar su ética, de la forma que lo haría un vagabundo marginado, rechazado por su Dios.

No creía en su religión arrodillada, algo así como la de Lutero y Calvino, que desprecio me causaba su poca facilidad por razonar, pero no sólo puedo decir esto de los creyentes, también de cada una de las personas existentes y por existir; Tal vez no era una persona muy abierta a ideas buenas pero los acusaba por cada situación desagradable, repugnante que le pasaba al mundo y ¿lo bueno?, todo bien gracias a dios. Culpo a la política y cada forma de gobierno de mi estado de incipiente libertad, culpo a la falta de educación por cada muerte cruel de seres vivos inocentes. Que asco la vida, no le encontraba sentido a ninguna revelación de estar en vigilia.

Deseaba conocer las estrellas, lo hacía con las mismas ganas que un privado de la libertad en un sótano vecino. Pedía a gritos algo que calmara mi sed, sed de volver, sed de estar en la vida de alguien y dejar esa marca cruel porque esas, esas nunca se olvidan. Soy un árbol estéril, mi último fruto fue trasladado a otro lugar cuando las aves emigraron, ya no tengo reproducción, ni salida efectiva.

Desde mi cama escuchaba el lamento de mi compañero, habitaba al final del pasillo, un cuarto un tanto tenebroso, no me causaba ninguna clase de temor, entré un par de veces. No tenía piernas, me contó un día brevemente lo sucedido en su niñez; su padre se las había mutilado cuando era un chiquillo y después las sirvió en sopa, su madre al ver este acto, se aterrorizo y murió de un infarto. Desde entonces pasa de hogar en hogar, siendo esta su última opción. De repente Escuché unos fuertes golpes y después voces que comentaban el accidente previamente ocurrido, se lamentaban por su muerte y hablaban del aprecio que tenían hacia su persona. No me sorprendí; ni intenté esconderme; no le temí a sus pasos bruscos, directo a mi habitación, ni al silencio que se cantaba en los pasillos. Sentí como se abrió la perilla, se escapó el humo igual que el último aliento de mi vecino.

Sentí un frio aliento en mi oído, a susurros dijo: ¨llego tu fin, cariño¨, ¨nos vemos en el infierno, cobarde¨. Acto seguido una mano que haló mi pierna con vigor, no alcancé a caer al suelo de madera áspera, después de un par de tironazos reaccioné como cualquier persona en un momento de peligro… intenté escapar, tuve muchos intentos fallidos, no era un triunfador como los demás.

Las lunas escurrían por mi nariz en color rojo, llegaban a la tempestad de mi boca, se combinaba con mis ansias que gritaban ¨ayuda¨ con temor. Mi corazón se aceleró, mi sangre corría una maratón con un par de quilos de metal encima; mis ojos no cumplían su función, me estaban dejando morir ahogado; Mis uñas adoptaron un par de astillas al pasar la frontera de la puerta al pasillo, una de ellas decidió quedarse, se separó de su familia, dice no sentirse parte de algo.

El sudor frio rozó mi mejilla y el primer escalón me quitó una gota con dulzura, Pensé en lo poco que fui libre, en el primer impulso por matar la soledad que causó me destierro. Me decían ¨sigue tu sueños¨ y morí en el intento. Cuán difícil puede ser el mundo y sus personas desdichadas.

Miré al final de la escalera, una fuerte bota apretaba mi cabeza contra la alfombra, estaba muy suave, nunca lo había notado, usualmente no me detenía ver lo pequeño, era insignificante y no valía nada. Al final de la escalera estaba mi colega, su piel se tornaba roja manchada desde su cara pálida carente de luz solar hasta su linda camisa blanca decorada con correas negras. La bota detiene la presión ejercida con rabia, se intensificó como una espina que no desea salir, mi dolor de espalda, con este acto de violencia soy empujado tocando cada borde de las escaleras, hasta caer con poca lucidez al primer escalón,

¿Cómo podría gritar, si ya no hay silencio que corromper?